El Salmo 10 – Lamento y súplica contra los malvados

El Salmo 10, también conocido como Salmo 11 en algunas versiones de la Biblia, es uno de los salmos más poderosos y conmovedores del Libro de los Salmos. Este salmo es una expresión de confianza en Dios en medio de la adversidad y la injusticia.

El Salmo 10 se atribuye tradicionalmente al rey David, aunque no hay certeza absoluta sobre su autoría. Es uno de los salmos que refleja la lucha interna del salmista, que se encuentra en una situación de peligro y busca la protección divina.

El Salmo 10 en la Biblia

El Salmo 10 comienza con una pregunta desgarradora: «¿Por qué, Señor, te quedas lejos? ¿Por qué te escondes en los momentos de angustia?» Esta pregunta refleja la sensación de abandono y desesperación que puede experimentar una persona en medio de la adversidad.

El salmista describe a los malvados y su comportamiento injusto, su arrogancia y su falta de temor a Dios. A pesar de la aparente impunidad de los malvados, el salmista confía en que Dios, como el justo juez, intervendrá y hará justicia.

En el Salmo 10, el salmista busca consuelo en la certeza de que Dios está presente y atento a las aflicciones de los justos. Aunque los malvados parezcan prosperar, el salmista confía en que Dios los derribará y los castigará por sus actos inicuos.

¿Por qué, Señor, te quedas lejos
y te escondes en el momento del peligro?

El malvado se enorgullece y persigue con saña al pobre,
lo atrapa con sus artimañas.

Porque el malvado se jacta de su codicia,
bendice al avaro y desprecia al Señor.

El malvado, lleno de arrogancia, no busca a Dios,
no hay sitio para Dios en todos sus pensamientos.

Sus caminos prosperan en todo momento,
muy por encima de su comprensión.
Tus juicios están lejos de su vista,
él desprecia a todos sus enemigos.

Piensa en su corazón: «No seré conmovido,
nunca encontraré la desgracia».

Su boca está llena de maldiciones, fraudes y opresión;
bajo su lengua hay malicia y maldad.

Se sienta en emboscada junto a las aldeas,
en escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están al acecho del desvalido,

acecha en secreto como un león en su guarida;
acecha al desvalido para atraparlo,
atrapa al desvalido y lo arrastra en su red.

Se agacha, se agacha,
y los desvalidos caen en sus garras.

Piensa en su corazón: «Dios ha olvidado,
ha ocultado su rostro, no ve nada».

Levántate, Señor, Dios, alza tu mano.
No olvides a los desvalidos.

¿Por qué desprecia el malvado a Dios,
diciendo en su corazón: «Tú no pedirás cuentas»?

Tú ves el sufrimiento y el dolor,
miras y tomas el asunto en tus manos.
El desvalido confía su causa a ti;
tú eres el defensor del huérfano.

Rompe el brazo del malvado y del malhechor,
busca su maldad hasta que no quede nada.

El Señor es rey eterno y para siempre;
las naciones perecerán de su tierra.

Tú, Señor, has oído el deseo de los humildes,
tú fortalecerás su corazón y escucharás,

para hacer justicia al huérfano y al oprimido;
para que no vuelva más a sembrar el terror el hombre de la tierra.

El Autor del Salmo 10

Aunque se atribuye el Salmo 10 al rey David, la autoría de los salmos en general es un tema debatido entre los estudiosos. Algunos salmos tienen una clara referencia al autor, como los salmos de David, Asaf o los hijos de Coré. Sin embargo, muchos salmos no tienen una atribución clara.

El rey David es uno de los autores más reconocidos de los salmos. Como rey de Israel, David experimentó tanto momentos de triunfo como de dificultad. Sus salmos reflejan su relación personal con Dios y su búsqueda de protección y guía divina.

David fue un líder destacado en la historia de Israel y es conocido por su valentía, su habilidad como guerrero y su devoción a Dios. Además de ser un rey, David también era un poeta y músico talentoso. Sus salmos han sido una fuente de inspiración y consuelo para generaciones de creyentes.

Conclusión

El Salmo 10 es un poderoso llamado a confiar en Dios en medio de la adversidad y la injusticia. Aunque su autoría no está confirmada, se atribuye tradicionalmente al rey David. Este salmo nos recuerda que, a pesar de las apariencias, Dios está presente y actuará como el justo juez. En momentos de dificultad, podemos encontrar consuelo y esperanza en la certeza de que Dios nos protegerá y hará justicia.