Domingo 11 de Septiembre de 2022

Evangelio Católico de HoyLectio Divina

Como todos los días, hoy les traemos a ustedes la palabra del señor. Lecturas, Salmo, Aclamación, el Evangelio de Hoy Domingo 11 de Septiembre y la homilía diaria.

Al final del artículo encontraran la homilía del Evangelio del día de hoy para todos aquellos que quieran leer una explicación del evangelio de hoy, y el comentario o explicación de la Palabra de Díos.

XXIV Domingo OrdinarioLectio Divina 132

Lecturas Bíblicas del día de Hoy

Primera Lectura

Libro del Exodo 32, 7-11. 13-14.

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés: «Anda, baja del monte, porque tu pueblo, el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Éste es tu Dios, Israel; es el que te sacó de Egipto’ «.

El Señor le dijo también a Moisés: «Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré un gran pueblo».

Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: «¿Por qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda la tierra que les he prometido’ «.

Y el Señor renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.


Salmo Responsorial Salmo 50, 3-4. 12-13. 17 y 19.

Por tu inmensa compasión y misericordia,
Señor, apiádate de mí olvida mis ofensas.
Lávame bien de todos mis delitos
y purifícame de mis pecados.
Me levantaré y volveré a mi padre.

Crea en mí, Señor, un corazón puro,
un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni retires de mí tu santo espíritu..
Me levantaré y volveré a mi padre.

Señor, abre mis labios
y cantará mi boca tu alabanza.
Un corazón contrito te presento
y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias.
Me levantaré y volveré a mi padre.


Segunda Lectura

Primera Carta de San Pablo a Timoteo 1, 12-17.

Querido hermano: Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo, por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia y la gracia de nuestro Señor se desbordó sobre mí al darme la fe y el amor que provienen de Cristo Jesús.

Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.

Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dios ha reconciliado consigo al mundo, por medio de Cristo,
y nos ha encomendado a nosotros el mensaje de la reconciliación.
Aleluya.


Evangelio de Hoy Domingo 11 de Septiembre de 2022

Evangelio según San Lucas 15, 1-32.

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: «Éste recibe a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo entonces esta parábola: «¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente».

También les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la herencia’. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores’.

Enseguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.

Pero el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.

El padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’ «.


Comentario y Homilía del Evangelio de hoy Domingo 11 de Septiembre.

“Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti”. Esta es nuestra primera confesión al Creador, al Señor de misericordia, al juez de la falta.

Aunque Dios conoce todo, espera la expresión de ese reconocimiento, ya que “con la boca se confiesa para obtener la salvación”. Aunque aquello se dijo el hijo menor, hablar no es suficiente, es necesario volver al Padre. “Entonces partió”. ¿Dónde buscarlo, dónde encontrarlo? Tú, primero levántate y parte, tú que hasta ahora estabas sentado o somnoliento.

El apóstol Pablo escribe: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos”. Levántate, corre a la Iglesia, ahí está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El que te escucha hablar en lo secreto de tu alma viene a tu encuentro y cuando estás todavía lejos te ve, corre. Él ve en tu corazón, corre para que nadie te atrase, te abraza.

Cristo se arroja a tu cuello para liberar tu nuca del yugo de la esclavitud y poner su yugo de ternura. Se arroja a tu cuello mientras proclama: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.

Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio”. Esta su forma de abrazarte, si te conviertes. «Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies”.

La ropa es la vestimenta de la sabiduría, hábito espiritual y vestido nupcial. El anillo es el sello de una fe sincera y la marca de la verdad. En cuanto a las sandalias, es la predicación de la Buena Noticia.


Evangelio de Hoy Agradece Por el Evangelio y La Homilía de Hoy

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