Evangelio de Hoy Domingo 30 de Junio.

Como todos los días, hoy les traemos a ustedes la palabra del señor. Lecturas, Salmo, Aclamación, el Evangelio de Hoy Domingo 30 de Junio y la homilía diaria.

Al final del artículo encontraran el comentario del Evangelio del día de hoy para todos aquellos que quieran leer una explicación del evangelio, y las homilías diarias.

XIII Domingo ordinarioLectio Divina 98

Lecturas Bíblicas del día de Hoy

Primera Lectura

Libro de la Sabiduría 1, 13-15. 2, 23-24.

Dios no hizo la muerte,
ni se recrea en la destrucción de los vivientes.
Todo lo creó para que subsistiera.
Las creaturas del mundo son saludables;
no hay en ellas veneno mortal.

Dios creó al hombre para que nunca muriera,
porque lo hizo a imagen y semejanza de sí mismo;
mas por envidia del diablo
entró la muerte en el mundo
y la experimentan quienes le pertenecen.


Salmo Responsorial de Hoy Salmo 29, 2 y 4. 5-6. 11 y 12a y 13b.

Te alabaré, Señor, pues no dejaste
que se rieran de mí mis enemigos.
Tú, Señor, me salvaste de la muerte
y a punto de morir, me reviviste.  
Te alabaré, Señor, eternamente.

Alaben al Señor quienes lo aman,
den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante
y su bondad, toda la vida.
El llanto nos visita por la tarde;
por la mañana, el júbilo.  
Te alabaré, Señor, eternamente.

Escúchame, Señor, y compadécete;
Señor, ven en mi ayuda.
Convertiste mi duelo en alegría,
te alabaré por eso eternamente.  
Te alabaré, Señor, eternamente.


Segunda Lectura

Segunda Carta de San Pablo a los Corintios 8, 7. 9. 13-15.

Hermanos: Ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en palabra, en sabiduría, en diligencia para todo y en amor hacia nosotros, distínganse también ahora por su generosidad.

Bien saben lo generoso que ha sido nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza.

No se trata de que los demás vivan tranquilos, mientras ustedes están sufriendo. Se trata, más bien, de aplicar durante nuestra vida una medida justa; porque entonces la abundancia de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos, por su parte, los socorrerán a ustedes en sus necesidades. En esa forma habrá un justo medio, como dice la Escritura: Al que recogía mucho, nada le sobraba; al que recogía poco, nada le faltaba.


Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte
y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
Aleluya.


Evangelio de Hoy Domingo 30 de Junio de 2024.

Evangelio según San Marcos 5, 21-43.

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: «Mi hija está agonizando. Ven a imponerle las manos para que se cure y viva». Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y les preguntó: «¿Quién ha tocado mi manto?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo cómo te empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ » Pero él seguía mirando alrededor, para descubrir quién había sido.

Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó, diciendo: «Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad».

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle a éste: «Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que tengas fe». No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: «¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña no está muerta, está dormida». Y se reían de él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes, entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: «¡Talitá, kum!», que significa: «¡Óyeme, niña, levántate!» La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie y les mandó que le dieran de comer a la niña.


Homilía del Evangelio de hoy Domingo 30 de Junio.

El Evangelio de hoy nos presenta dos grandes signos del poder redentor de Jesús: la curación de una mujer que padecía un flujo de sangre desde hacía doce años, y la resurrección de la hija de Jairo, un jefe de la sinagoga.

En ambos casos, vemos resplandecer la fuerza vivificante de la fe. La mujer enferma, después de gastar todas sus pertenencias en médicos sin resultado, confía ciegamente en que basta tocar el manto de Cristo para quedar sana. Y así sucede por la virtud que emana del Señor.

Por su parte, Jairo, desoyendo las voces que le anuncian la muerte de su hija, persevera en la fe de que Jesús puede devolverle la vida. Y el Maestro no defraudará su confianza, resucitando a la niña con su palabra omnipotente.

¡Cuántas enseñanzas podemos extraer de estos prodigios! En primer lugar, descubrimos que ninguna situación, por más desesperanzada que parezca, está más allá del poder redentor de Cristo. Para Él no hay enfermedad incurable ni muerte definitiva.

Pero también aprendemos la importancia vital de la fe inquebrantable. Tanto la mujer como Jairo, a pesar de los obstáculos, creyeron con todo su ser en que Jesús podía sanarlos y vencieron.

Hermanos, abracemos esta misma actitud de fe firme ante los desafíos y sufrimientos que afrontamos. Depositemos nuestra esperanza sin reservas en el Divino Redentor. Él puede curar nuestras heridas, resucitar nuestros sueños y colmarnos de su vida nueva.


Evangelio de Hoy Agradece Por el Evangelio y La Homilía de Hoy

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