Memoria de «La Virgen María, Madre de la Iglesia»
Origen y significado de la memoria
El lunes siguiente a Pentecostés, la Iglesia Católica celebra la Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia. Esta memoria fue establecida por la Santa Sede mediante un decreto de la Congregación para el Culto Divino, publicado el 11 de febrero de 2018.
La importancia de la devoción mariana
El Papa Francisco, al establecer la Memoria de la Bienaventurada Virgen María, consideró que promover esta devoción puede incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, los religiosos y los fieles, así como fomentar una genuina piedad mariana. La Congregación destaca que esta celebración nos ayuda a recordar que el crecimiento de la vida cristiana debe basarse en el misterio de la Cruz, la ofrenda de Cristo en la Eucaristía y la Virgen María como oferente, Madre del Redentor y de los redimidos.
La maternidad espiritual de la Iglesia
En el Nuevo Testamento, los primeros cristianos entendieron que la Iglesia era su «madre» espiritual, que los daba a luz en el bautismo y los constituía como hijos de Dios a través de los sacramentos. La figura de María como Madre de Cristo y Madre de la Iglesia refleja perfectamente esta maternidad espiritual. Esta memoria es, por tanto, un redescubrimiento profético de una antigua devoción.
María Santísima, Madre de la Iglesia
En el siglo XX, el Papa San Pablo VI declaró que «María Santísima es Madre de la Iglesia». Esta declaración es fundamental y enriquece la experiencia de vida de cada cristiano. La memoria «Virgen María, Madre de la Iglesia» recuerda que María es Madre de todos los seres humanos y, de manera especial, de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, debido a la Encarnación del Verbo en su seno virginal. Jesús, en la cruz, confirmó esto al apóstol San Juan, quien la acogió como Madre.
La piedad mariana en el culto cristiano
La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano, cumpliendo así la profecía de la Virgen que dijo: «Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones».