Evangelio de Hoy Sábado 31 de Agosto.
Como todos los días, hoy les traemos a ustedes la palabra del señor. Lecturas, Salmo, Aclamación, el Evangelio de Hoy Sábado 31 de Agosto y la homilía diaria.
Al final del artículo encontraran la Homilía del Evangelio del día de hoy para todos aquellos que quieran leer una explicación o comentario del evangelio de cada día.
Sábado de la XXI semana del Tiempo ordinario- Lectio Divina 430
Lecturas Bíblicas del día de Hoy
Primera Lectura de Hoy
Primera Carta de San Pablo a los Corintios 1, 26-31.
Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
Salmo Responsorial de Hoy – Salmo 32, 12-13. 18-19. 20-21.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
dichoso el pueblo que escogió por suyo.
Desde el cielo el Señor, atentamente,
mira a todos los hombres.
En el Señor está nuestra esperanza.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida.
En el Señor está nuestra esperanza.
En el Señor está nuestra esperanza,
pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo;
en el Señor se alegra el corazón
y en él hemos confiado.
En el Señor está nuestra esperanza.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor,
que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Aleluya.
Evangelio de Hoy Sábado 31 de Agosto de 2024
Evangelio según San Mateo 25, 14-30.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.
Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.
El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’ «.
Homilía de hoy Sábado 31 de Agosto.
El evangelio que meditamos hoy nos presenta la parábola de los talentos, una enseñanza poderosa de Jesús que nos invita a reflexionar sobre nuestra corresponsabilidad con los dones que Dios nos ha confiado.
En esta historia, vemos a un hombre que, antes de partir de viaje, entrega a sus siervos diferentes cantidades de talentos, según la capacidad de cada uno. Dos de ellos ponen esos talentos a trabajar y los multiplican, mientras que el tercero opta por enterrarlos por miedo a perderlos.
A su regreso, el dueño alaba y recompensa a aquellos que hicieron rendir sus talentos, pero condena al siervo temeroso que no hizo nada con lo recibido.
Esta parábola encierra una enseñanza fundamental para nosotros como discípulos de Cristo. Dios nos ha confiado dones, habilidades y recursos de diversa índole, y espera que los pongamos al servicio de su Reino, que los hagamos fructificar.
¿Cuáles son los «talentos» que Dios nos ha encomendado? Pueden ser dones espirituales, como la fe, la oración o la caridad. Pueden ser también habilidades naturales, como la inteligencia, la creatividad o las aptitudes profesionales. Incluso los bienes materiales que poseemos son un talento que debemos administrar con responsabilidad.
El problema del siervo temeroso radica en que, por miedo a perder o equivocarse, termina enterrando esos dones, privándolos de la posibilidad de crecer y rendir fruto. ¿Cuántas veces nosotros también caemos en esa tentación? ¿Cuántas veces nos aferramos a nuestros talentos por temor a arriesgar, en vez de ponerlos al servicio de los demás y del plan de Dios?
La clave está en entender que los talentos que Dios nos da no son para nuestro beneficio personal, sino para que los pongamos al servicio del Reino. Somos administradores, no dueños, de esos dones. Y el Señor espera que los hagamos rendir, que los multipliquemos mediante el compromiso, el esfuerzo y la entrega generosa.
Aquellos siervos que recibieron la alabanza del dueño no lo hicieron por mérito propio, sino por haber sido fieles en la administración de lo que se les había confiado. Del mismo modo, nuestra recompensa no se basa en la cantidad de talentos que poseemos, sino en la fidelidad con la que los hayamos usado.
Esta parábola nos desafía a examinar nuestra vida y a preguntarnos: ¿Cómo estoy respondiendo a los dones que Dios me ha dado? ¿Los estoy enterrando por miedo, o los estoy poniendo al servicio de los demás y del plan de Dios?
Hermanos, no tengamos miedo de arriesgar, de salir de nuestra zona de confort, de invertir nuestros talentos con generosidad. Recordemos que Dios no nos pide resultados, sino disponibilidad y fidelidad. Él mismo se encargará de multiplicar nuestros esfuerzos y de recompensarnos con su gracia.
Que la Virgen María, modelo de discípula fiel, interceda por nosotros y nos ayude a ser buenos administradores de los dones que Dios nos ha confiado. Que nunca enterremos nuestros talentos, sino que los pongamos al servicio de su Reino. Amén.
Evangelio de Hoy – Agradece Por el Evangelio y La Homilía de Hoy
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